martes, 30 de abril de 2019

LITERATURA : TUCUMANTES DE SIBILA CAMPS


RECUERDOS Y INTERROGANTES PARA NO OLVIDAR



Las cicatrices del terrorismo de Estado persisten en Tucumán como en ninguna otra parte de la Argentina. Tucumantes es un libro que muestra un relato coral a través de personajes, situaciones y hechos sorprendentes, de esas huellas en una provincia que llegó a ser un campo de concentración a cielo abierto.




Un ex montonero pasó 33 años durmiendo sobre cadáveres. Quebrado por la tortura y luego obligado a trabajar en la Jefatura de Policía de Tucumán, logró sacar numerosos documentos que dan cuenta de secuestros, tormentos y asesinatos cometidos por los represores. Los ocultó en su cama de mampostería y recién en 2010 se atrevió a entregarlos a la justicia. Allí estaba la primera lista de desaparecidos elaborada por los propios genocidas que se conoció en toda la Argentina.

Sibila Camps abre este libro con la pregunta que le dio origen: ¿cómo hizo ese hombre para vivir más de tres décadas durmiendo sobre los cadáveres? Un interrogante que la llevó a profundizar en las historias inconclusas y en las heridas sin cerrar que dejó el arrasamiento perpetrado durante casi nueve años por el Estado terrorista.
Surgió así el caso de un joven al que le cambiaron dos veces el apellido sin que le llamara la atención. La casa donde vivía Diana Oesterheld en Tucumán, usurpada por una mujer policía durante 33 años. Cuatro pueblos fundados por el Ejército que perpetúan el relato de los represores. El Paseo de la Independencia de Famaillá, que cuenta la historia con un estilo infantil y omite lo ocurrido en La Escuelita, el primer centro clandestino de detención del país, que siguió dictando clases hasta 2016.
Las estatuas deformes de militares y curas en el parque 9 de Julio de la capital, símbolo de una alianza estrecha entre crucifijos y armas que se perpetúa hasta hoy. Las muchas versiones sobre el ex montonero quebrado, presentes en el libro como un hilván que va enhebrando los relatos.
Tucumantes apela a la memoria en una provincia sellada por el silencio. En palabras de su autora: “Para cuando se desea o se puede recordar, conviene tener la memoria a mano. A la memoria hay que darle de comer; sin pausa. La historia no tiene punto final”.

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