viernes, 19 de junio de 2009

Entrevista a Nano, guitarrista de Cielo Razzo (1° Parte)



Como toda frase en su esplendor

“En el escenario somos felices y somos conscientes de que somos felices”
“La primera vez que escuché música en Obras, la estábamos ejecutando nosotros”
“En el caso nuestro y en la mayoría de las bandas serias, no se piensa en el oyente. Se expresa de manera subjetiva y si a la gente le gusta y lo comparte, bienvenido sea”

Ludueña es un barrio de Rosario. Los vecinos alteraban su tranquilidad cuando un grupito de muchachos empezaba a tocar en la terraza de la casa de Cristian Narváez (bajista) y el ruido ensordecía las frías tardes de invierno a principios de los noventa. Desde esa misma terraza que jamás olvidarán, Narvy y Fernando Aime (guitarrista) percibieron un cielo razzo. Suficiente. Empezaron a rodar, detrás del cielo, a los tropezones... Nano está muy atento a las preguntas, como en busca de una melodía.
¿Consideras que Marea (2005) fue en quiebre importante para la banda?
En algunos lugares el quiebre lo hizo Código de Barras (2003). Buenas (2001) fue el primer lanzamiento nuestro y donde las cosas empezaron a volverse raras para nosotros porque de ver amigos, primos, familiares de amigos, empezamos a ver en los recitales a gente no conocíamos. Que llamaban a las radios para pedir temas nuestros y no era ningún familiar. Que en las disquerías no dijeran: “traigan más discos que no hay más”. Ahí empezó la vorágine, la hermosa vorágine. Pero sí, Marea fue el disco más importante para nosotros porque fue la grabación más seria, que la hicimos en Circo Beat y nos instalamos directamente en Buenos Aires durante 20 días. Fue una locura, en trece días hicimos grabación, masterización y mezcla y a su vez, en Rosario estaban diseñando e imprimiendo todo lo relacionado al diseño y arte de tapa. Fue un disco que salió a lo loco. En Marea también hubo un cambio musical porque veníamos haciendo cosas con rasgos rioplatenses y en marea no hubo ninguna de ese estilo. La música fue diferente. También pasó después con Grietas. Ese fue el primer quiebre que tuvimos y como siempre pasa, fue involuntario.

Cielo Razzo debe trabajar y corregir cada una de las letras con rigor. Cada frase surge de la anterior con la sincronía e intención precisa. De las bandas de mayor crecimiento es quizá, junto a Las Pastillas del Abuelo, quien más énfasis pone en dicha combinación.
¿Cuán importante es el receptor a la hora de construir un mensaje?
La realidad es que no se piensa en el oyente, es un vinculo de expresión y se plasma. No se hace pensando en qué van a decir, en si les gustó esto o lo otro. Si se cambia alguna palabra o melodía es por necesidad artística. En el oyente no se piensa. Se comparte y después nos dicen si les gustó o no. No sé si otras bandas lo hacen. Sabemos que hay cosas comerciales, que son cosas trilladas preparadas para vender. En el caso nuestro y en la mayoría de las bandas serias, no se piensa en el oyente. Se expresa de manera subjetiva y si a la gente le gusta y lo comparte, bienvenido sea. Si no le gusta, no le gusta, lamentablemente es así. Es como que alguien te diga: “no me gusta tu voz”. Bueno es mi voz, que queres que haga.
Con el arte pasa lo mismo, cuando hacemos las canciones. Nosotros queremos estar conformes de estar expresando artísticamente lo que buscamos. Ojalá que después guste.
Es posible, desde otro enfoque, que quién escuche Cielo Razzo pueda tener otra visión o perspectiva de la vida y de las cosas
Eso sí... Nos han dicho muchas cosas al respecto. El cariño que nos brinda la gente es impagable. Nos mandan cartas, nos frenan en la calle, nos dicen cosas. Muchas veces nos dicen cosas que uno no es consciente. Chicos que nos han dicho: “yo estaba muy mal, pensaba en el suicidio y ustedes me cambiaron la vida”. Eso es cosa que uno jamás imaginó. Nunca hice una canción pensando en que voy a cambiarle la vida a alguien, o a levantarle el animo a alguien. O le bajo el animo y lo hago llorar. Nosotros hacemos lo que sentimos y a cada uno le pega de diferentes maneras. Llegar a esos extremos a nosotros nos sorprende muchísimo.

A Bailar que se acaba el Mundo - Richter



La banda Richter tiene diez años de trayectoria, cuatro discos y como especialidad la mezcla entre música electrónica y rocanrol.
En tiempos en donde los mega festivales unen varios estilos, Richter trata de eliminar prejuicios, uniendo la música electrónica y el

la combinación da como resultado un sonido para mover todo el cuerpo. Después de cuatro discos Epicentro, planetas planos, Danzallamas y en el 2008 Fin del mundo. Sobre como es esta combinación de estilo y otras cuestiones su bajista Gustavo Scheller nos responde:

¿Cómo se les ocurrió y por qué mezclan bases electrónicas al rock?
Cuando comenzamos con la banda encontramos que traíamos inquietudes sonoras que tenían que ver con el rock, pero también algunas que tenían que ver con la electrónica, de ahí nació la idea de sumar un costado electro a Richter. Nuestras principales influencias tenían que ver con éste sonido electrorock donde conviven distorsiones y sintetizadores.
¿Creen que se puede generar consciencia a través de una canción?
El arte es un vehículo lento pero puede despertar en el receptor la curiosidad y la duda,
quizás por eso es que es maravilloso poder hacer partícipe al que está del otro lado de lo
que uno quiere contar, trasladarlo al mundo mágico que uno propone y despertar los sentidos. Desde ese lugar se puede generar consciencia desde una canción o desde una película o desde cualquier situación artística.
¿Cuáles son sus influencias musicales?
Tenemos muchas influencias que tienen que ver con los sonidos electro de los 80 Depeche Mode, New Order, Devo, etc. También otras influencias que tienen más que ver con el dark o
con el post punk y la New Wave., desde The Cure hasta Franz Ferdinand.

viernes, 12 de junio de 2009

"Rompan todo"


El caricaturista y guionista habló con Baldosas Flojas sobre el libro que reúne las mejores de sus tiras.


José Luis Perales, el fanático de los Redondos, Gabriel García Márquez, el humorista que provoca orgasmos y José Pekerman, el heladero diabético, sólo vagaban y conversaban por la cabeza de Gustavo Sala. Tanta ironía e histrionismo no podían no tener vida. Dos muchachos salen del Bafici y caminan por los cuadros de Bife angosto. Estereotipos de cinéfilos empedernidos uno le pregunta a otro qué le pareció el film. “Los actores buenísimos, el guión increíble, la fotografía majestuosa, la dirección sublime... La película una cagada”, sentencia la tira de Beto y Casella, los estudiantes de gastronomía. Eso es suficiente para Sala, así de sencillo, filoso, absurdo, gracioso y sin vueltas, con el derrotero de toda la humanidad a su merced. “Bife angosto se llama así porque no es una tira de personajes fijos,
entonces ponerle un nombre cualquiera me permitía meter adentro de la tira cualquier cosa, aunque la premisa era que tenga que ver con el rock y su micromundo, aunque a veces hay rock y a veces hay cualquier cosa, hasta chistes malísimos”, comenta Gustavo Sala.
¿Bife Angosto rompe con algunas estructuras y pre concepciones sobre cantantes y personajes públicos? ¿Por qué?
Quizás el humor tenga que ver con eso, con romper estructuras o simplemente con romper las pelotas. Con respecto a algunos cantantes o figuras del rock argentino, el publico muchas veces es responsable del endiosamiento extremo o el insulto gratuito de determinado músico, muchas veces completamente al pedo. Es divertido meterse en esas cuestiones, por lo menos para mi. Nadie es intocable, es al pedo defender a tu ídolo cuando es evidente que hizo un disco pedorro o ya dejo de ser un genio hace décadas.
¿Cómo haces para qué el sarcasmo y el discurso políticamente incorrecto no se queden en eso?
La verdad no pienso demasiado en términos de discurso o mensaje, me interesa más que la tira sea divertida o diga algo, aunque decir algo es política ¿no? ¿Qué es política? En todo caso me interesa que pueda haber mas de una lectura o que una simple historieta de tres cuadritos pueda generar alguna idea o pensamiento. Pero lo que más nos interesa a los que hacemos humor, imagino, es que se caguen de risa con lo que hacemos.
Este mes Gustavo Sala cumple treinta y seis años. Nació en Mar del Plata y desde allá envía historietas y dibujos para publicar en el Suplemento NO, de Página/12, Comiqueando y Fierro. Dice que tuvo un acercamiento intenso como lector de historietas apaisadas como Hijitus, Afanancio, Capicúa, Isidoro o las tiras españolas Zipi y Zape y Mortadelo y Filemón, no obstante asegura que con la aparición de Fierro, en 1984, después de la dictadura “todo se fue al carajo, en el mejor sentido”. “No sé si alguna ves mis ganas de dibujar escucharon un despertador cerebral y se despertaron de golpe, supongo que debe haber sido natural y tenga que ver seguramente con sentirse mas cómodo haciendo dibujos en una hoja que jugando a la pelota en la plaza o leyendo novelas o lo que sea”, explica.
Gustavo Sala vuela hasta los lugares más impensados y cuestiona con cada una de las tiras. Bife angosto es una invitación a su humor corrosivo, a sus vueltas de tuerca nada convencionales, pero en especial, a soltar una carcajada repentina en el colectivo y que un trajeado diga: “Y este boludo, de qué se rie...”

El niño pez


Cuando se acepta el no poder elegir


En su primer largometraje, XXY, Lucia Puenzo, contaba la historia de un hermafrodita y cómo su familia lo ocultaba para que la sociedad no lo margine y tenga una vida “normal”.
En esta segunda película, El niño pez, la directora se vuelve a involucrar en el sexo, pero en este caso le agrega las cuestiones de las clases sociales.
En El niño pez, una chica pobre oriunda de Paraguay viene a la Argentina a los trece años, tras perder un hijo y pelearse con su padre (un actor muy conocido en su país). Guayi logra conseguir trabajo de mucama para una familia burguesa y tiene que servir a toda la familia tanto en cuestiones domesticas como sexuales.
La familia está compuesta por un padre juez, la madre que aparenta derrochar felicidad, un hijo drogadicto y una hija que esta enamorada de la mucama.
Puenzo pone en evidencia cómo las clases pobres sin protección deben acostumbrarse a ser utilizadas por quienes pagan su sueldo y es tan así que ni siquiera se distingue la obligación de sus preferencias.
Solamente intenta rebelarse gracias a un plan que coordina con su pareja, la hija del juez, pero esto pondrá al descubierto las cicatrices de viejos golpes y se dará cuenta de que por más que quiera olvidarse de lo vivido o eliminar su clase-condición, las huellas del pasado siempre estarán presentes.