viernes, 28 de diciembre de 2012

CROMAÑÓN, A 8 AÑOS: NUNCA MÁS






Para todos, para ellos (los que estuvieron), para los que no estuvieron, para la sociedad entera, para el rock, para la cultura, para todos, fue muy duro el golpe.

Pero más allá de todo análisis policial o político, lo que nos dejó aquella tragedia, aquella masacre, fue un espejo. Un inmenso espejo de lo que somos, de cómo vivimos, de lo que generamos.
Ese "vivir por y para la plata" llevó a meter a esos pibes en esa trampa, sin importar la seguridad de ellos. Pasó ahí, pasa en los trenes y por dónde miremos
Se culpa al comportamientos de un “pibe rockero”, sin saber que ese pibe, cuando entra a una cancha, a un recital a ver su banda favorita (por lo general, después de un gran esfuerzo económico), lo hace queriendo participar, queriendo sentirse "dueño", de alguna manera, del espectáculo.
¿Y cómo no van a querer ser dueños? Aunque sea por un rato, aunque sean 2 horas por semana (a veces por mes, a veces por año), 2 horas nada más. El sabe que en ese lugar se siente contenido, comprendido... ¡ahí se siente vivir, se siente explotar!
Y lo hace de la forma menos pensada, a veces llorando, a veces puteando, a veces cantando hasta quedar afónico, a veces...tirando una piedra, una bengala, lastimando.
Es lógico que esto suceda, lo vemos todos los días, y no son solamente en los pibes, son los adultos también, son los profesionales, somos todos...
Es hora de dejar de mirar para un costado, porque esto lo generamos nosotros, todos los días...
Cromañón está ahí, como Kheyvis, Beara, la tragedia de Once, como la tan trillada (pero tan mal analizada) violencia en el fútbol,  como el tráfico automovilístico.
Cromañón está ahí, para ser nuestro espejo por siempre. Tratemos, todos los días, de mirarnos un poco en él y corregir, desde nuestro lugar, todas esas cosas que nos parecen males de esta sociedad, porque siempre, pero siempre: la conciencia empieza por casa.

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