lunes, 7 de junio de 2010

Perio...qué?

Una breve interpretación sobre la generación del discurso mediatico y la función del periodismo.


No hay caso. Las gotas caen con fuerza y el ruido de las chapas obliga a subir el volumen de la televisión o la radio. Los periodistas, movileros y conductores se las ingenian como pueden para lograr con eficacia la conocida tríada: formar, informar y entretener. Eso es lo que dicen quienes enseñan periodismo. En el fondo, muchos pobres tipos que quieren enseñar lo que nunca les enseñaron. Las escuelas privadas de periodismo son un negocio extraordinario. Miles de jóvenes se reciben por año en distintos terciarios creyendo en la salvación económica y únicamente dos o tres pueden ingresar al mercado y establecerse: tres de los tres entran por palanca o contacto. El resto navegará entre la frustración de pensar que son menos que otros y la delgada línea que divide a ilusos de idiotas. Mientras tanto, las escuelas llenan sus arcas y las aulas se colman de ansiosos jóvenes en busca de la fama que exteriorizan los que hoy son considerados popes o maestros del periodismo. A través de esta dinámica, los pasantes firman contratos explotadores a cambio de quedar como efectivos en medios muy importantes. Los pibes-periodistas ganan 30 pesos por día de trabajo, una ganga. Sin embargo, el futuro del periodismo anda chocho de la vida. “Me sirve de currículum” y “pero yo estoy trabajando en Crónica ¿y vos?”, son algunas de las excusas más fáciles. Me pareció importante presentar un panorama para describir, aunque de forma general, cómo nace de rota la noción de periodismo. Es decir, un chico que sale de la secundaria está pensando de qué manera accederá primero al BMW: si estudiando medicina, derecho, contaduría o periodismo. El periodismo que viene estará así de corrompido, mucho más que el actual. Cuando un médico opera pone en riesgo a una persona, cuando un periodista habla, puede quebrar el pensamiento de millones. Aquí viene la otra rama del universo periodístico: el para quién. En el primer mes como estudiante de periodismo, es muy difícil que no enseñen las cinco preguntas básicas a la hora de enfrentar una nota (qué, quién, cómo, dónde y cuándo), pero nadie enseña el para quién. Los actuales paladines del periodismo evitan referirse a sus empleadores, porque, en primera y última instancia, los periodistas contratados son operarios de empresas privadas con fines comerciales, cuyo objetivo fundamental es aumentar sus ganancias a través de negocios puros o no, en todo caso, eso es lo menos importante. Esto sucede desde el nacimiento mismo de las empresas periodísticas, aunque, quizás en los comienzos, los intereses eran más políticos que económicos y eso aportaba algo de sinceridad al oficio. No obstante, el mundo cambió, la vida cambió, la sociedad cambió y todo cambió. Ahora solo es vital el negocio que desde los medios de comunicación se desprende. Aquí y ahora no parece importante discutir si está bien que se utilicen los medios de comunicación social para obtener semejantes dividendos. Dejaremos para otro momento esta pelea, empero resulta impostergable poner en jaque el actual trabajo de muchos comunicadores que juegan al “yo no sé” para recibir un sueldo. ¿Tan barato se vende el oficio de periodista?

Ley de leyes

¿Es posible arrodillarse ante la vida sin ningún tipo de escrúpulos? El ejemplo más claro se evidenció producto del debate de la ley de medios y se acentúa día a día. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual propuesta por el actual gobierno y apoyada por muchas organizaciones sociales rompe con el monopolio de muchos medios concentrados de comunicación entre los que se incluye, primariamente, el Grupo Clarín, representado en Ernestina Herrera de Noble, una mujer que estuvo detenida en 2002 por pedido del juez federal Roberto Marquevich por presunta ocultación de las identidades de dos menores, probables hijos de desaparecidos durante la última y feroz dictadura militar. Marquevich fue destituido tiempo después. Ese poder tienen los medios que muchas veces aparecen como carmelitas descalzas.

Al retomar la vía que abandonamos y que traía como referencia la sanción de una ley de comunicación en pos de cortar con los monopolios impuestos, puede usted encontrarse con que Néstor Kirchner, en 2005 y a través de un decreto, había extendido por diez años las licencias de Canal 13 (pata clave del Grupo Clarín) y Canal 9, del mismísimo Daniel Hadad, apologista del menemismo y empresario turbio, como lo cuentan Romina Manguel y Javier Romero en “Vale todo”.

Uno cosa no quita la otra. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual trasciende al gobierno porque sin el apoyo de la Coalición para una Radiodifusión Democrática, ésta hubiera estado rodeada de los vicios de la anterior. El ejecutivo bien pudo aprovechar la ley para tirar de la oreja de Clarín tras el conflicto que mantuvo el gobierno con las entidades agropecuarias, cuyos miembros secan sus lágrimas con billetes de cien.

Así de complejas son las cosas. Tanto que para explicar una es preciso remontarse a cuatro o cinco otras. En fin: los periodistas juegan un rol clave, lo hicieron siempre, pero, ahora, todo se observa con una claridad cruel.

El diputado Francisco De Narváez, quien se impuso en las últimas elecciones legislativas en la Provincia de Buenos Aires, es dueño de distintos medios masivos de comunicación. Imagínese, lector, si algún periodista-empleado se animaba a criticarlo al aire por haber gastado 50 millones dólares en la campaña. ¿En qué cabeza cabe que un empleado ponga trabas a la carrera presidencial de su jefe? En todo caso, un periodista debería ser sincero consigo mismo ya que, por lo general, el dueño sabe lo que quiere y el periodista no. A los jóvenes que ingresan a estudiar periodismo se les enseña cómo deben trabajar en medios grandes, lugares a los que nunca accederán debido a que están plagados de gente dispuesta a vender su fuerza-idea de trabajo a cambio de un sueldo digno o no. Es decir, al estudiante le exigen que escriba al estilo Clarín o al estilo La Nación, sin embargo, ninguno los llamará para sumarlos a su plantel. En vez de fomentar la posibilidad de trabajos en medios alternativos, la enseñanza centra su espíritu en la ingenua convicción de lo que nunca acaecerá. De esta manera camina el periodismo sus pasos gloriosos.

Oficio



Cuando Rodolfo Walsh regresó de Cuba fue convocado por algunos medios para trabajar y él decidió no acceder a ninguno de ellos. Sus ideas desentonarían con las propuestas encaradas desde las empresas periodísticas y Walsh creía en el periodismo, su función y sinceridad. El autor de Operación Masacre no se entregó al sueldo y se dedicó a comprar y vender antigüedades: su idiosincrasia trascendía los haberes que un medio podía pagarle, su entereza es la que agranda su figura. Cuando no pudo trabajar de periodista, se ganó la vida de otra cosa; vivió pobre, padeció hambre. No imagino a ninguno de los actuales hombres fuertes del periodismo en esa posición. Los columnistas de los grandes medios no viajan en colectivo, no huelen el olor a transpiración desde arriba de sus cuatro por cuatro, no se estremecen ante el hambre, no ven las chozas desde el country de Pilar, no lloran por las cuentas a fin de mes, no se cuelgan en el San Martín todas las mañanas, no se salpican de agua podrida al saltar una zanja, no lavan sus trajes de Cristian Dior, no llenan su billetera de convicción, no entienden al periodismo como herramienta de comunicación alternativa, no esperan el 326 a las once de la noche, no sienten la censura sobre su espalda como Walsh, no trabajaron en la clandestinidad y hablan y escriben como si fueran víctimas de los distintos y crueles avatares del universo.

Entre lo actual y lo que vendrá, el periodismo está en jaque mate, a punto de ceder ante una estructura de poder y negociados que podría titularse: “Dime quién te auspicia y te diré qué dices”. ¿Cómo escribir sobre las extraordinarias millonadas que ganan las entidades agropecuarias y los grandes productores si resultan, por lo general, anunciantes privilegiados? ¿Por qué no investigar y publicar lo que Pablo Trapero cuenta en Carancho? ¿Acaso las aseguradoras son publicidades fijas de muchas empresas de la comunicación?
Nietzsche (Hegel antes) sintetizó en la frase “Dios ha muerto” años y años de estudios sobre la fuerza de dios para servir de ordenador moral en la sociedad de finales de 1800. El periodismo corre la misma suerte...

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