martes, 22 de julio de 2008

La solución y las migas







PEGA ESTA VIDA, TE LLEVA AL RINCON,
PUEDE NOQUEAR AL MAS CAMPEON”
Pampa Yakuza


La gente quiere soluciones, repiten los políticos, pero también los problemas son necesarios hoy día. ¿De qué se trata esta afirmación, a priori, repugnante? Parece que en los tiempos que corren de inescrupuloso avance multimedial y tecnológico, la gente se hace cargo de problemas, la mayoría estúpidos y el resto susceptibles a una sencilla resolución. ¿Es cierto esto? El psicoanálisis se relame. Ya conoce todos estos trucos. Y también sabe qué le retrucarán las otras corrientes de la psicología. De todos modos aquí tenemos que tocar el hueso, si es que lo hay, claro. A lo mejor la gente esconde su pena de no ser nadie o no importarle a nadie en atribuirse y tomar como grandes e insolusionables situaciones que a veces, incluso, carecen de conflicto y lo estiran al límite de la tortura por la desesperación que provoca no encontrar vetas resolutivas. ¿Qué pasa entonces? ¿Por qué hacerse problema si uno es un pelotudo y todo lo que hace y dice (y escribe) no sirve para nada ni para nadie? No es una mirada despectiva, a lo sumo realista. No se trata de no hacer nada por nadie, se trata de darle su justa importancia, algo tan simplemente complejo como eso. ¿No es ningún problema no hacerse problema?
Perdón por la utilización del término “gente”, es que tan de moda y utilizado está que la selección de un sinónimo puede ser interpretado como un arcaísmo. Es una palabra odiosa “gente” que al parecer dice mucho, pero en realidad no dice nada. “El 35 por ciento de la gente se fue de vacaciones”, ¿y el 65 por ciento de la gente que se quedó?. ¿Conoce a alguien que no le guste irse de vacaciones? La gente quiere saber. ¿Qué gente? ¿Saber qué? ¿Todas las personas que, unidas, dicen formar algo que se llama “gente” quieren saber lo mismo? ¿Por qué? ¿Sociedad, pueblo, gente, masa son sinónimos? ¿Eso es un problema? Depende. No es lo mismo para un tipo que no come hace un par de días y está tirado en la puerta de su rancho esperando que una cuatro por cuatro pase por su calle para salirle al cruce que para otro que recién almorzó en un restaurante de Puerto Madero. Preocuparse por un problema de esta magnitud no le interesa ni a uno ni a otro, uno por desasosiego y el otro por abundancia. ¿Esto es un problema? Seguro, pero su interpretación como natural evita resolverlo.
Por ejemplo: un paciente entra al consultorio del médico con un problema gastrointestinal. El médico le dice, luego de verificar los estudios correspondientes, que tiene una enfermedad terminal. En ese instante, el paciente deja de tener un problema para someterse a la agudeza de la resignación. La persona se abandona y se resigna, ahora ya carga con un problema menos. No obstante, no tener conflictos pone de manifiesto otra mirada, un tanto más vil: significa olvidar los rasgos de prestigio dentro de la cruda realidad que acecha indescriptible. Al parecer problemas tiene la “gente” importante, cuando más alto es el sueldo más responsabilidad, suele afirmarse. Eso irrita. Y la resignación también, aunque no quede otra.
Entonces la tranquilidad (entiéndase: suficiente inteligencia como para interpretar cuáles son los verdaderos problemas) es sinónimo de pereza, de debilidad, abandono e irrelevancia. Y así va la vida: con ganchos, pegando, en la jeta, en la zona hepática, una y otra vez, como en el boxeo, en algún momento se iluminará una mano y el guantazo caerá de lleno. Por eso el estrés vino para quedarse, por ejemplo, úlceras, reumas y mal de amores se descorchan de a montones. Usted lector, por favor, tenga a bien informar si conoce o conoció a alguna persona de más de 60 años con estrés. La posmodernidad, qué bella edad para vivir, con derrochones de buenas nuevas que continúan insistiendo con el progreso. Ahí está, el mundo estresasado con terribles dificultades psíquicas, casi anulados de transmitir emociones, enviando mensajes de textos o chateando con un groenlandés y como el cielo está tan lejos se corre a los pedos para alcanzarlo. Definitivamente, esto es un problema, con olor a comienzo del final.

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