lunes, 26 de octubre de 2015

LITERATURA: LA QUE VA, DE PATRICIA DÍAZ BIALET

 EMBELLECIENDO EL INTERIOR


Patricia Díaz Bialet es escritora, investigadora y poeta, actualmente está presentando su libro de poesías La que va, en charla con Baldosas Flojas nos contó su acercamiento a la literatura, los libros que la marcaron y sus motivaciones para escribir.




La taza de nutrición del infiel será bien dadivosa // dará vueltas sobre su eje como un pájaro continuo // con pose de redondel bronceado si fuera posible // contendrá léxico de vulgo // trance que apabulle // desmesura carnosa que cobije a deshora // algo deberá desembocar en el infiel // podrá ser un río, una vejez, una yegua extasiada // la taza también albergará jarabe de celo condensado // que se deguste licenciosamente en el zaguán mermado del domingo // se dejará sorber con intervalo indispensable // enmendará traiciones anteriores // columpios que se mecen vacíos en la calma mucosa de la glorieta // siempre seremos repatriadas a nuestra taza compensatoria // a nuestra tesonera cataplasma // a nuestra benéfica alfarera de la contranoche”. 
Este  poema se llama “La taza de nutrición” y pertenece al libro recién editado, La que va, de Patricia Díaz Bialet, en charla con Baldosas Flojas la escritora nos contó sus inspiraciones, lo importancia del entorno familiar para leer y lo ventajoso de la tecnología.

 ¿Cómo se acercó a la literatura?
Creo que en mi caso fue al revés: la literatura se acercó a mí. A la edad de ocho años sin saber muy bien por qué, comencé a escribir poemas. Eran pequeñísimos poemas que surgían en mí espontáneamente. Los escribía con una letra casi irreconocible hoy, en pequeñas hojas que todavía conservo con mucho cariño, como se conservan los recuerdos entrañables.
Supongo que uno de los referentes más próximos de mi vocación tan temprana por la poesía fue mi abuelo materno, Carlos Alberto Sáenz (1894, La Plata - 1976, Buenos Aires), a quien yo veía muy frecuentemente de niña, cuando iba a visitar a él y a mi abuela a su departamento de la calle Güemes, en el barrio de Palermo, Ciudad de Buenos Aires. Mi abuelo era abogado y poeta, había sido gerente general del Banco Nación hasta el año 1950, estudiaba con asiduidad la teología, la filosofía y la literatura. Integró el grupo fundador de la revistas Signo y Número y dio clases en los Cursos de Cultura Católica. Uno de sus libros de poemas fue "Verba Denaria". Escribió poemas, notas, ensayos y realizó bellísimas traducciones del latín, francés e inglés. Entre los autores traducidos se encuentran Francis Thompson y Paul Claudel. Una de sus traducciones al castellano más recordadas fue "El Sueño de Geroncio" del Cardenal Newman, publicada en 1965. Otra traducción de gran relevancia editada por Ediciones Dictio con prólogo del Padre Leonardo Castellani fue "El Psalterio en Vulgar", que es una traducción en verso de los Salmos de la versión Vulgata  o más bien, como escribe mi abuelo en la nota titulada "Advertencia del traductor", una "aproximación poética" a uno de los libros "poéticos" de la Sagrada Escritura. Por eso, cada vez que visitaba a mis abuelos en su  departamento de la calle Güemes, podía ver a mi abuelo gran parte del tiempo concentrado en la lectura, en la escritura, en el estudio, en la traducción de textos del latín, del francés, del inglés. Y a sus espaldas había una gran biblioteca, que para mis pocos años representaba un espacio casi infinito, venerado, apetecible, casi mágico. 
Otro referente muy cercano para mi temprana vocación por la poesía fue mi padre Juan Carlos Díaz Bialet (Córdoba, 1921 - Buenos Aires, 1980). Uno de los recuerdos más lejanos (y la memoria es un misterio, porque este recuerdo data de mis dos años aproximadamente)  que atesoro es el de mi padre sentado al costado de mi cuna en nuestro departamento de la Avenida Luis María Campos, Ciudad de Buenos Aires, leyéndome páginas de la novela "Amalia", de José Mármol. Por supuesto, ahora a veces pienso "¿Por qué me leía páginas de "Amalia", si esa novela no era literatura para niñas?" Pero cuando pienso esto, al mismo tiempo comprendo que la literatura es literatura, única, indivisible, y que las categorías, los límites, las clasificaciones son defensas que creamos concientemente para tranquilizarnos ante tanta maravilla y para ordenarnos por dentro. En fin, la cuestión es que esa lectura es una de las imágenes y uno de los sonidos más lejanos que guarda mi memoria. Le agradezco a mi padre, donde quiera que esté, por haberme dejado esta impagable herencia.
Mi padre era abogado, y un gran lector de poesía, narrativa, e historia. Por eso, también en mi casa de niña mi padre tenía una gran biblioteca, cargada de riquezas que yo deseaba disfrutar. Con el tiempo supe que también mi padre -como mi abuelo- escribió poemas, uno de los cuales conservo a modo de reliquia. Es un soneto de amor.
Hubo y hay en mi familia materna (Sáenz) y en mi familia paterna (Díaz Bialet) un importante número de escritores, por eso a veces he escuchado eso de "la literatura corre en tu sangre". Yo creo que el ambiente donde una se forma, se desarrolla, se educa, influye también en las elecciones y en los gustos.
¿Qué libros la marcaron para dedicarse a la poesía?
Como dije en mi respuesta anterior, desde muy chica ya escribía poemas. Cuando estaba en 7mo grado de la escuela primaria una amiga me regaló el libro "Residencia en la tierra" de Pablo Neruda, y ése fue el primer contacto profundo con la poesía latinoamericana. Leí "Residencia en la tierra" nuevamente a mis 17 años, cuando cursaba el taller literario en la Sociedad Argentina de Escritores, en la calle Uruguay, Barrio Norte, Buenos Aires.  Mi taller tenía como docente al gran poeta argentino Atilio Jorge Castelpoggi. Yo me había inscripto en ese taller porque me habían hablado maravillas de Castelpoggi. Y no se equivocaron. En su taller, y gracias a su enorme talento para la enseñanza, a su gran generosidad y a su estímulo constante, redescubrí a Pablo Neruda y a su libro "Residencia en la tierra". Versos como el del poema "Barcarola" "y su lúgubre azul de estandarte en naufragio
se puebla de planetas de plata enronquecida. "
no se borran ya más de mi corazón.
Otro de los libros fundamentales para mi crecimiento como poeta, que también tuve la suerte de leer y de analizar en el taller literario de la SADE, fue "Altazor" del poeta chileno iniciador del creacionismo Vicente Huidobro. Ese libro, que tengo editado por Premia, está ajado, amarillento, anotado en lápiz, subrayado. Es un libro que ha sido muy amado. No puedo, aún hoy, leer los poemas de "Altazor" sin evitar emocionarme. "Altazor" es el carozo mismo de la poesía, el núcleo de lo que yo siento como la verdad poética.
Otro libro fundamental que leí en mi primer año de taller literario fue la antología "Hotel Pájaro" del poeta argentino Enrique Molina. Su poema, que yo descubrí en esa antología, quizás el más difundido, "Alta Marea" comienza así:
"Cuando un hombre y una mujer que se han amado se separan se yergue como una cobra de oro el canto ardiente del orgullo"
¿Cómo no enamorarse de esa poesía, sobre todo si una tiene la efervescencia de la juventud, y el amor, la pasión y el olvido son transitados a diario?
La lista de los poetas que admiro profundamente es verdaderamente muy extensa. Dentro de esta extensa lista, me gustaría nombrar a las argentinas Olga Orozco y Alejandra Pizarnik, a los estadounidenses Emily Dickinson y Allen Gisnberg. Y también otra gran influencia, sobre todo sobre mi primer libro "Los Despojos del Diluvio", fue la novela "Wuthering Heights" ("Cumbres Borrascosas")  de Emily Bronte, que tuve oportunidad de leer y analizar en el idioma original en una de las materias (Literature II) del Profesorado Nacional Joaquín V. González.   
¿Cuáles son las motivaciones que hay que tener para escribir poesía?
Si por "motivaciones" se entiende el "motivo", la "razón", el "por qué" de la creación poética (y acá voy a hablar solamente de mí motivación, porque me sería imposible generalizar acerca de las motivaciones que tenemos todos los poetas para escribir poesía) o si por "motivaciones" se entiende el "resultado" que quiero lograr con mi escritura o el "para qué" de mi escritura, diré que, aunque suene a lugar común, escribo por necesidad. No puedo (y no quiero) abandonar la escritura. No puedo dejar de crear poemas. La poesía es una gran fuerza que se me impone y que yo permito feliz y agradecidamente que me abarque toda. Dejo, ciertamente, que la poesía me guíe.
Una vez que la poesía nace, aparece, emerge, yo dejo que fluya. Cuando el material poético ha quedado plasmado en el papel o en el archivo de texto, allí comienzo el trabajo más consciente y sistemático de lo que denomino "corrección". Esta tarea me lleva casi siempre años y de vez en cuando cortos períodos.  Trabajo los poemas como una artesana incansable y no los publico hasta que no estoy del todo satisfecha. Una vez que la edición de un libro está cercana en el tiempo, también existe en mí la alegría de saber que mi trabajo con la poesía, que es el reflejo de mi vida, va a ser compartido con los lectores, y eso también podría considerarse otra motivación.
¿De qué se trata "La que va"? 
"La que va" es un extenso libro de poesía dividido en 6 capítulos. Ya desde el título, "La que va" tiene múltiples interpretaciones, como generalmente puede tener la poesía. ¿Quién es "La que va"? ¿Soy yo? ¿Es la poesía? ¿Es la vida y su transcurrir en el tiempo? En el prólogo a "La que va", magistralmente escrito por Jorge Dubatti, puede leerse el siguiente fragmento:
"De esta manera el título –con estructura nominal y elíptica-, que parece nombrar a la poeta / al sujeto interno de la voz de los poemas, invita decididamente a completarlo: “la que va” [por el mundo sintiendo, observando, pensando], “la que va” [al pasado, a la memoria], “la que va” [a otros mundos con la imaginación], “la que va” [hacia el poema, desde el poema, con el poema...]. “La que va” [al infierno], como en “Mansa cicatriz”, que reescribe el mito de Orfeo, síntesis de la experiencia de relación con la muerte en la Sección IV. “La que va” es todas estas al mismo tiempo, porque cada poema reenvía a esa riqueza de territorialidades. Me gusta especialmente “la que va” [por el mundo sintiendo, observando, pensando], porque esa manera de complementar la elipsis explicaría la abundancia de libros/ poemas de que está hecha La que va: para Díaz Bialet toda la vida es escritura, vivir y escribir se superponen, como quería Byron, escribir y vivir son lo mismo, se vive en estado poético. La poesía como sistema vegetativo, como respiración, como sistema neurológico, como descarga neuronal. La poesía en el lenguaje y en la vida no lingüística (la in-fancia, diría Giorgio Agamben), en las palabras y en el silencio. Es, en resumen, “la que va” [por la existencia viviendo-escribiendo]."
A su vez, cada capítulo tiene un eje temático, más o menos evidente para el lector, pero muy relevante para mi organización del material en el libro. Por ejemplo, uno de los capítulos se titula "De los hábitos aprendidos". El eje temático de los poemas en este capítulo es el agradecimiento a mis maestros por lo aprendido. Aquí hay, entre otros,  una serie de poemas dedicados al director de teatro Raúl Serrano, a la cantante de jazz Diana Lynn, al poeta Atilio Jorge Castelpoggi, al maestro de baile Liber Scal, al profesor de sensopercepción Rogelio González, al bailarín de tango Alfredo García, a la terapeuta Celia Tiscornia, al psicodramatista, actor y dramaturgo  Eduardo Tato Pavlovksy. De todos ellos, en mayor o en menor medida, a lo largo de un corto o un larguísimo período, recibí enseñanzas indelebles, y por eso, aún hoy, las sigo agradeciendo.
 Si tuviera que comparar "La que va" con una comida, un jugador de fútbol, un color, una película, un momento, un deporte, un artefacto, un olor, etc. ¿Con qué lo haría?
Creo que "La que va" es comparable con  un diario de vida. En "La que va" casi todos los poemas (que son alrededor de 150 poemas) están, abajo y a la derecha, fechados y  situados. Le llamo a esa aclaración un "anclaje espacio-temporal". Algunos de esos aproximadamente 150 poemas están dedicados a una persona en particular y en otros de esos 150 poemas menciono a personas reales (aunque en algunos pocos he cambiado algunos nombres propios). Quien lea "La que va" va a leer un diario de mi vida: momentos inextinguibles que quiero compartir con los demás. Plasmar esos momentos en forma de poemas es, quizás, un intento por eternizarlos, un darles la posibilidad de estar "siempre presentes", que es como realmente viven en mí.
¿Qué habría que hacer para que los jóvenes tengan incentivo para leer?  
Considero que es necesario que los niños tomen contacto con la poesía a muy temprana edad: cuanto antes mejor. En el ambiente familiar, o en el escolar, los niños pequeños disfrutan de la poesía enormemente. De esta forma se le da a la joven persona la oportunidad de iniciarse en el placer por la poesía, placer que luego se irá desarrollando en la niñez, la adolescencia, la edad adulta. El contacto con los libros, con la lectura en voz alta, es la base del desarrollo del placer por la lectura.
Es también muy enriquecedor y estimulante el efecto que genera en los pequeños el cruce de la poesía con otra de las artes, por ejemplo, el cruce entre el teatro y la poesía, entre la música y la poesía, entre las artes plásticas y la poesía, entre la danza y la poesía. Los jóvenes que ven espectáculos, exposiciones, instalaciones que contienen este tipo de cruces, se acercan aún más  a la poesía.
La poesía, como todo el arte, brinda un incomparable placer, es una oportunidad para la reflexión, nos hace tomar conciencia de la  realidad que quizás nos está vedada, nos amplía la imaginación, la creatividad, la capacidad para el goce, entre otras innumerables ventajas para el desarrollo de la personalidad.
¿Cuáles son las maneras que tiene de escribir? (lleva papel y lápiz, tiene horarios, cuando llega la inspiración)
La inspiración no tiene una frecuencia predeterminada. Hay épocas en que surge muy seguido, casi diariamente, y otras épocas en que surge más esporádicamente.
Soy de las que cree que el uno por ciento de la creación se lo debo a la inspiración y el noventa y nueve por ciento a la transpiración. Cuando una palabra, un verso, golpea y golpea para que lo deje salir, muy gratamente le obedezco y lo vuelco al papel, o a la computadora, según el caso.  Por eso, puede ser con lápiz, con lapicera, o hasta con lápiz delineador de ojos o barra labial (como me sucedió hace ya muchos años durante un viaje en ómnibus desde la Patagonia hasta Buenos Aires). Puede ser en una servilleta en una mesa de un café, en el revés de un boleta de compras, en alguna página en blanco de un libro, en la pantalla de una computadora, incluso en la misma piel de la palma de la mano. Como ven, cualquier lugar es bienvenido para alojar la creación.
¿Se piensa en el lector a la hora de escribir?
Como dije en mi respuesta N° 3, el impulso a crear me llega como necesidad, y en esa necesidad no entra el lector. Más bien, ese impulso es similar al impulso a bailar, a cantar, a reír, a llorar.  Las veces en que pienso en el lector, no es en un lector indefinido. O sea, no me pregunto "¿Gustará mi poesía?", "¿Qué dirán de mi poesía?". Más bien, cuando escribo un poema en el que menciono a alguien con su verdadero nombre, pienso si eso podrá herir o dañar a esa persona en alguna manera. Si creo que sí, que eso puede causar una molestia o un dolor, decido modificar el nombre. Pero en ese caso pienso en un posible lector determinado y no pienso en ese lector a la hora de escribir. 
¿Qué ventajas y desventajas tiene la tecnología en la cultura?
Todas las nuevas tecnologías permiten la difusión de las artes, entre otras cosas. Y la difusión de las obras de los artistas es beneficiosa para los mismos artistas, sobre todo los contemporáneos, (que pueden dar a conocer sus trabajos a un mayor número de personas) y para los degustadores del arte (que tienen acceso a las obras de arte más directamente).
En cuanto a la poesía, es muy ventajoso el poder consultar las páginas de libros que se han agotado hace tiempo, así como también el poder leer poemas de escritores inéditos, de nuestro país y del exterior.  La gran biblioteca que alberga Internet (con libros o con poemas de mayor o de menor valor) es siempre una ventaja para los poetas y para los lectores. No le encuentro a eso una desventaja.
¿Cree que a  través de la poesía se puede generar consciencia u otra forma de vida?
Creo que la poesía embellece el interior de la gente, tanto de quien la escribe como de quien la recibe. Aparte de embellecer, y de hacer más placentera la vida, la poesía, por su conexión indiscutible con el misterio de la vida y de la muerte, indaga en lo más hondo del ser humano, se pregunta "hacia dónde", "de dónde", "por qué", "para qué". Y en este sentido la poesía genera conciencia de nosotros mismos y de quienes nos rodean. Y eso nos hace más atentos, más inteligentes, más sensibles, más cercanos los unos de los otros. 

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