COMPROMISO
CON LOS DERECHOS HUMANOS
La investigadora y dramaturga, Araceli Mariel Arreche, lanza una nueva
antología que se llama Teatro de la Palabra. Estas piezas profundizan las
temáticas de memoria e identidad que recorren toda su obra. La escritora
dialogó con Baldosas Flojas sobre su acercamiento a la literatura, el teatro,
sus inspiraciones, los jóvenes y la tecnología.
Araceli Mariel Arreche es
dramaturga y licenciada en Artes de la Universidad de Buenos
Aires. Se desempeña como Profesora universitaria en el área de Cine y Teatro
en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), en la Facultad de Arquitectura y
Diseño Urbano (UBA), en el Departamento de Arte Dramático del Instituto Universitario Nacional de Artes (UNA), en la Universidad
Nacional de San Martín (UNSAM) y en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático
(EMAD). Además dentro de las investigaciones que lleva adelante se destaca su
trabajo sobre teatralidad mapuche (beca Fondo Nacional de las Artes). Actualmente
editó el libro Teatro de la palabra donde
se encuentra algunas de sus obras de los últimos 10 años, en charla con
Baldosas Flojas la dramaturga nos contó en cómo hacer creíbles las historias, la forma de escribir y lo que puede
generar la escritura.
¿Por qué te acercaste a la literatura y al
teatro?
El acercamiento en
principio fue al arte, desde muy chica paralelamente a mi educación formal me
formé en plástica y música. Con el tiempo me di cuenta que lo elegía como
ámbito desde el que conocer al mundo y decir acerca de él sobre algunas cosas.
En la universidad, mi primera carrera fue Letras pero en Artes obtuve mis
títulos de grado y posgrado. Allí, elegí focalizar en las artes escénicas y las
audiovisuales.
La escritura como espacio
de creación aparece casi como una necesidad, mi primer material - una obra
dramática breve “Ensayo de navidad para una plaza”- fue consecuencia de los
hechos vividos en diciembre del 2001. Fue algo físico, de alguna manera aullar
la bronca, el desencanto y también la incertidumbre en las que nos vimos
envueltos como sociedad.
¿Qué
obras y libros te marcaron en tu vida?
El primer libro que
recuerdo leer sin ayuda de un adulto fue “Dailan Kifki”de María Elena Walsh,
material sobre el que hace poco escribí un monólogo “Es gris aun cuando
insistan en pintarlo de azul” gesto que me llevó a dimensionar el impacto que
tuvo en mí. Ya en la adolescencia “Cien años de soledad” me condujo hacia uno
de los autores que considero fundamental Gabriel García Márquez y del que he leído todo. “Demian” de Hermann
Hesse, la poesía de Olga Orozco, la de Alejandra Pizarnick y la de Oliverio
Girondo. Los cuentos de Roberto Arlt, Haroldo Conti, Juan José Saer.
En teatro, hay piezas que
me acompañan permanentemente como “La vida es sueño” de Calderón de la Barcao
“Esperando a Godot” de Samuel Beckett, y autores argentinos a los que recurro
permanentemente como Ricardo Monti, Eduardo Pavlovsky, Griselda Gambaro y
podría seguir enumerando.
¿De
qué se trata teatro de la palabra?
“Teatro de la palabra”,
agrupa algunas de mis obras de teatro de los últimos 10 años. Es mi primera antología de teatro y aparece
en formato bilingüe, español - polaco. “Notas que saben a olvido”, “Las voces del
río”, “La foto”, “Como quínoas”, “Felice” y “Qué lejos aún…” materiales que tienen en común algunas de mis
preocupaciones en torno a la Memoria y a la Identidad.
¿En
qué te inspiras a la hora de escribir las historias y cómo surgen?
Parte de mis materiales
tienen un compromiso directo con los derechos humanos, participé durante varias
ediciones - en la organización y con algunas de mis obras - en
"Teatroxlaidentidad", movimiento de teatro que busca ayudar a las
Abuelas de Plaza de Mayo en la recuperación sus nietos, niños secuestrados
junto a sus padres o nacidos en cautiverio durante la última dictadura militar
en Argentina, 1976-1983. Esta participación me llevó a indagar en sucesos de la
historia argentina más o menos reciente de una forma más sistemática. Mis
materiales jamás se ligan a la "historia oficial", ni se da desde los
espacios centrales, opto por dar cuenta de lo ocurrido desde los márgenes. Por
ejemplo un grupo de mujeres en un babyshower
(en La foto), mujeres implicadas de
una manera u otra en la política argentina de los últimos 200 años (Qué lejos aún...), dos escritores - uno,
exitoso y suicidado, el otro, con una carrera trunca por una muerte temprana -
que ven pasar lo que ocurre por sobre sus cabezas (Las voces del río), una mujer aquejada por el mal de Alzheimer y su
familia (Notas que saben a olvido).
Creo que es una necesidad
de dar cuenta de una realidad y un pasado que aún es una herida abierta, sin
por esto hacer un teatro necesariamente militante o histórico. Mis personajes
casi siempre son mujeres, que sufren,
aman, se pelean con sus vidas y lloran o celebran amores (Felice, o Como quínoas).
Cada material me propone
un modo diferente de trabajo, ciertos desafíos que exigen estrategias
específicas. Sin embargo todos ellos tienen en común una fuerte investigación
sobre los temas o problemas que aparecen y buscan ser retratados.
Si
tuvieras que comparar el libro con un jugador de fútbol, una comida, un color,
un lugar, un artefacto, una persona, un trabajo, etc. ¿Con qué lo harías?
De fútbol se poco como
para pensar una correspondencia, en
relación a una comida seguramente lo ligaría al asado porque me remite a recuerdos
con mi padre. Un color, el violeta porque busco una palabra ligada a la
transmutación. Una persona, no sé si una, creo que a las mujeres que me inspiraron
o he retratado, Felice Bauer, Alicia Moreau de Justo, Manuela Rosas, Guadalupe
Cuenca, Mariquita Sánchez de Thompson,Marta
Scavack de Conti, Lilia Ferreira, Elsa Oesterheld y Graciela Murúa, entre
otras. En cuanto al trabajo me gusta
pensar en la idea de oficio, de artesano, en una suerte de taller, de fragua en
donde forjar palabras.
¿Cómo
se hace para hacer creíble una historia?
Pregunta difícil,
técnicamente se resuelve desde diferentes estrategias que preserven la
verosimilitud del mundo que se busca instalar. En mis materiales a veces se vuelve todo un
desafío, por ejemplo en “Las voces del río” pongo a jugar a Roberto Arlt y Leopoldo Lugones en un
encuentro imaginario debajo del agua, una convivencia obligada desde la que
buscan leer el mundo de arriba (la Argentina de los ’70); o en “Qué lejos aún…”
donde Alicia Moreau de Justo convoca en su última noche a tres mujeres del
siglo XIX para resolver su partida.
¿Sos
de llevar lápiz y papel por si aparece inspiración, tenés una hora en
particular o escribís cuando podes?
Escribo cuando puedo,
entre los huecos de mis clases, investigaciones y otras actividades. Todo sirve
como soporte para anotar ideas, o bocetar materiales, en este momento es un
cuaderno sin renglones y lápiz blando, pero termino sistematizando las ideas en
mi pc. Cuando el material cobra cuerpo aparece la necesidad de continuidad y
suelo recortar o reacomodar el tiempo de las otras actividades poniendo por
centro el texto en el que estoy trabajando.
¿Cuánto
ayuda y perjudica la tecnología para el arte?
La tecnología es un
instrumento, yo de algún modo me formé con ella a disposición. Lo que hacemos
con las herramientas depende de nosotros, la sobreabundancia de acceso y de
información te obliga a disciplinarte para no
perderte ni ser devorado por ese mundo que se te presenta ilusoriamente
accesible.
Al momento de la promoción
de tu trabajo y la creación de redes con otros creadores, me parece fantástica,
en especial para quienes tenemos poco acceso a viajar mucho, se vuelve un canal
imprescindible y eficaz.
¿Cuáles
serían las formas para que los jóvenes se acerquen a la literatura?
Creo que no es un problema
de edad, creo que la literatura exige demora y que hay que estar dispuesto en
los tiempos que corren a demorarse. Más allá de eso, creo que se elige lo que
se conoce, por lo tanto se trata de acercar materiales, y de insistir no solo
en cánones o en autores y textos fundamentales, sino de presentar mundos con los
que apasionarse y comenzar a crear una práctica que con el tiempo se vuelvauna necesidad.
Cuando la escuela entienda
que la lectura no es una tarea, ni que la literatura necesita de razonamientos,
sino que el arte es encuentro y que la familiaridad lo vuelve un juego
gratificante, creo tendremos más lectores.
Crees
que a través del arte se puede generar consciencia o mostrar otra forma de
vida.
Estoy convencida de eso,
como lo expresa Clarice Lispector “mientras
haya preguntaspara las cuales no tengo respuestas,seguiré escribiendo”.
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