miércoles, 30 de septiembre de 2015

LITERATURA: TEATRO DE LA PALABRA DE ARACELI MARIEL ARRECHE


COMPROMISO CON LOS DERECHOS HUMANOS

La investigadora y dramaturga, Araceli Mariel Arreche, lanza una nueva antología que se llama Teatro de la Palabra. Estas piezas profundizan las temáticas de memoria e identidad que recorren toda su obra. La escritora dialogó con Baldosas Flojas sobre su acercamiento a la literatura, el teatro, sus inspiraciones, los jóvenes y la tecnología.


Araceli Mariel Arreche es  dramaturga y licenciada en Artes de la Universidad de Buenos Aires. Se desempeña como Profesora universitaria en el área de Cine y Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), en la Facultad de Arquitectura y Diseño Urbano (UBA), en el Departamento de Arte Dramático del Instituto Universitario Nacional de Artes (UNA), en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD). Además dentro de las investigaciones que lleva adelante se destaca su trabajo sobre teatralidad mapuche (beca Fondo Nacional de las Artes). Actualmente editó el libro  Teatro de la palabra donde se encuentra algunas de sus obras de los últimos 10 años, en charla con Baldosas Flojas la dramaturga nos contó en cómo hacer creíbles las historias, la forma de escribir y lo que puede generar la escritura.

 ¿Por qué te acercaste a la literatura y al teatro?
El acercamiento en principio fue al arte, desde muy chica paralelamente a mi educación formal me formé en plástica y música. Con el tiempo me di cuenta que lo elegía como ámbito desde el que conocer al mundo y decir acerca de él sobre algunas cosas. En la universidad, mi primera carrera fue Letras pero en Artes obtuve mis títulos de grado y posgrado. Allí, elegí focalizar en las artes escénicas y las audiovisuales.
La escritura como espacio de creación aparece casi como una necesidad, mi primer material - una obra dramática breve “Ensayo de navidad para una plaza”- fue consecuencia de los hechos vividos en diciembre del 2001. Fue algo físico, de alguna manera aullar la bronca, el desencanto y también la incertidumbre en las que nos vimos envueltos como sociedad.   
¿Qué obras y libros te marcaron en tu vida?
El primer libro que recuerdo leer sin ayuda de un adulto fue “Dailan Kifki”de María Elena Walsh, material sobre el que hace poco escribí un monólogo “Es gris aun cuando insistan en pintarlo de azul” gesto que me llevó a dimensionar el impacto que tuvo en mí. Ya en la adolescencia “Cien años de soledad” me condujo hacia uno de los autores que considero fundamental Gabriel García Márquez  y del que he leído todo. “Demian” de Hermann Hesse, la poesía de Olga Orozco, la de Alejandra Pizarnick y la de Oliverio Girondo. Los cuentos de Roberto Arlt, Haroldo Conti, Juan José Saer.
En teatro, hay piezas que me acompañan permanentemente como “La vida es sueño” de Calderón de la Barcao “Esperando a Godot” de Samuel Beckett, y autores argentinos a los que recurro permanentemente como Ricardo Monti, Eduardo Pavlovsky, Griselda Gambaro y podría seguir enumerando.
¿De qué se trata teatro de la palabra?
“Teatro de la palabra”, agrupa algunas de mis obras de teatro de los últimos 10 años.  Es mi primera antología de teatro y aparece en formato bilingüe, español - polaco.  “Notas que saben a olvido”, “Las voces del río”, “La foto”, “Como quínoas”, “Felice” y “Qué lejos aún…”  materiales que tienen en común algunas de mis preocupaciones en torno a la Memoria y a la Identidad. 
¿En qué te inspiras a la hora de escribir las historias y cómo surgen?
Parte de mis materiales tienen un compromiso directo con los derechos humanos, participé durante varias ediciones - en la organización y con algunas de mis obras - en "Teatroxlaidentidad", movimiento de teatro que busca ayudar a las Abuelas de Plaza de Mayo en la recuperación sus nietos, niños secuestrados junto a sus padres o nacidos en cautiverio durante la última dictadura militar en Argentina, 1976-1983. Esta participación me llevó a indagar en sucesos de la historia argentina más o menos reciente de una forma más sistemática. Mis materiales jamás se ligan a la "historia oficial", ni se da desde los espacios centrales, opto por dar cuenta de lo ocurrido desde los márgenes. Por ejemplo un grupo de mujeres en un babyshower (en La foto), mujeres implicadas de una manera u otra en la política argentina de los últimos 200 años (Qué lejos aún...), dos escritores - uno, exitoso y suicidado, el otro, con una carrera trunca por una muerte temprana - que ven pasar lo que ocurre por sobre sus cabezas (Las voces del río), una mujer aquejada por el mal de Alzheimer y su familia (Notas que saben a olvido).
Creo que es una necesidad de dar cuenta de una realidad y un pasado que aún es una herida abierta, sin por esto hacer un teatro necesariamente militante o histórico. Mis personajes casi siempre son mujeres,  que sufren, aman, se pelean con sus vidas y lloran o celebran amores (Felice, o Como quínoas).
Cada material me propone un modo diferente de trabajo, ciertos desafíos que exigen estrategias específicas. Sin embargo todos ellos tienen en común una fuerte investigación sobre los temas o problemas que aparecen y buscan ser retratados.  
Si tuvieras que comparar el libro con un jugador de fútbol, una comida, un color, un lugar, un artefacto, una persona, un trabajo, etc.  ¿Con qué lo harías?
De fútbol se poco como para  pensar una correspondencia, en relación a una comida seguramente lo ligaría al asado porque me remite a recuerdos con mi padre. Un color, el violeta porque busco una palabra ligada a la transmutación. Una persona, no sé si una, creo que a las mujeres que me inspiraron o he retratado, Felice Bauer, Alicia Moreau de Justo, Manuela Rosas, Guadalupe Cuenca, Mariquita Sánchez de Thompson,Marta Scavack de Conti, Lilia Ferreira, Elsa Oesterheld y Graciela Murúa, entre otras.  En cuanto al trabajo me gusta pensar en la idea de oficio, de artesano, en una suerte de taller, de fragua en donde forjar palabras.
¿Cómo se hace para hacer creíble una historia?
Pregunta difícil, técnicamente se resuelve desde diferentes estrategias que preserven la verosimilitud del mundo que se busca instalar.  En mis materiales a veces se vuelve todo un desafío, por ejemplo en “Las voces del río” pongo a jugar a  Roberto Arlt y Leopoldo Lugones en un encuentro imaginario debajo del agua, una convivencia obligada desde la que buscan leer el mundo de arriba (la Argentina de los ’70); o en “Qué lejos aún…” donde Alicia Moreau de Justo convoca en su última noche a tres mujeres del siglo XIX para resolver su partida.
¿Sos de llevar lápiz y papel por si aparece inspiración, tenés una hora en particular o escribís cuando podes?
Escribo cuando puedo, entre los huecos de mis clases, investigaciones y otras actividades. Todo sirve como soporte para anotar ideas, o bocetar materiales, en este momento es un cuaderno sin renglones y lápiz blando, pero termino sistematizando las ideas en mi pc. Cuando el material cobra cuerpo aparece la necesidad de continuidad y suelo recortar o reacomodar el tiempo de las otras actividades poniendo por centro el texto en el que estoy trabajando. 
¿Cuánto ayuda y perjudica la tecnología para el arte?
La tecnología es un instrumento, yo de algún modo me formé con ella a disposición. Lo que hacemos con las herramientas depende de nosotros, la sobreabundancia de acceso y de información te obliga a disciplinarte para no  perderte ni ser devorado por ese mundo que se te presenta ilusoriamente accesible.
Al momento de la promoción de tu trabajo y la creación de redes con otros creadores, me parece fantástica, en especial para quienes tenemos poco acceso a viajar mucho, se vuelve un canal imprescindible y eficaz.
¿Cuáles serían las formas para que los jóvenes se acerquen a la literatura?
Creo que no es un problema de edad, creo que la literatura exige demora y que hay que estar dispuesto en los tiempos que corren a demorarse. Más allá de eso, creo que se elige lo que se conoce, por lo tanto se trata de acercar materiales, y de insistir no solo en cánones o en autores y textos fundamentales, sino de presentar mundos con los que apasionarse y comenzar a crear una práctica que con el tiempo se vuelvauna necesidad.
Cuando la escuela entienda que la lectura no es una tarea, ni que la literatura necesita de razonamientos, sino que el arte es encuentro y que la familiaridad lo vuelve un juego gratificante, creo tendremos más lectores.
Crees que a través del arte se puede generar consciencia o mostrar otra forma de vida.

Estoy convencida de eso, como lo expresa Clarice Lispector “mientras haya preguntaspara las cuales no tengo respuestas,seguiré escribiendo”.

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