La voz de la sirena sale a escena en el Centro
Cultural de la Cooperación, adaptada por Leonor Manso y escita por Alberto
Muñoz, trata sobre una policía que va al cementerio a ver a su madre que hace
mucho tiempo que no veía y empieza a desnudar muchos recuerdos. La única actriz
de la obra, Claudia Tomas, habló con Baldosas Flojas y nos contó todas las
aristas que genera la obra.
Una policía mujer de alrededor de unos 50 años
consigue desnudar su pasado en el cementerio donde está su madre, ahí contara
sus experiencias, su fuerza, la violencia, la relación con su padre que era
colchonero y amante del boxeo y como cuida o descuida su uniforme.
La voz de la sirena es una obra que se puede ver
los sábados a las 23hs y los domingos a las 20:15 hs en el Corrientes 1543, su
actriz Claudia Tomas habló con Baldosas Flojas y nos contó cómo es su trabajo
bajo la dirección de Leonor Manso.
La obra
va abriendo muchas ventanas ¿no?
Así es, a la obra se le van descubriendo varias
capas, como en las cebollas.
La
historia plantea un escenario en el que la madre, que quería a su hija (Bety),
tenía que irse en busca de su vocación (cantante de tango). Esto es una
conducta moralmente cuestionable, desde todos los puntos morales, todos nos
sentimos con derecho a cuestionar a una madre que abandona a su hijo. Esta es
una cuestión, pero lo que pasa es que Bety se queda con el padre, que le
gustaba el box, que era golpeador, era un bruto, que la quería y que le dio lo
que le pudo dar, el mundo del box, los
reglamentos del box. Y luego, cuando muere el padre, ella se queda con los
vecinos, se queda sola en el mundo, y se construye su propio mundo, con lo que
recibió consigue ser una mujer policía. Se entera de que su madre está muerta y
quiere ir a despedirse de ella, siente que tiene que hacerlo, a pesar de que hace más de 20 años
que no se ven. Y cuando sucede este encuentro, en la tumba de su madre, que
ella relacionaba más con el cumplimiento de un deber que con un sentimiento, se
da cuenta, para su sorpresa, que le sucede de todo frente a la tumba. Descubre
todas las cosas que venía tapando y ocultando, descubre el dolor, la bronca y
descubre el amor. El amor que ella tenía por la madre y el de su madre por
ella. Esta madre que se fue y la dejó, le dio mucho amor también antes de irse.
En definitiva, quiero decir que es una obra que trata del amor, el amor que por
ahí tenemos a la vuelta de la esquina. Yo creo que no hay nadie en la vida
adolescente que no tenga factura para sus padres, y sin embargo nuestros
padres, han hecho lo que pudieron. El tema es ver el amor, si recibimos amor,
si dimos amor, si podemos desenterrar el amor de toda esa montaña de reclamos y
razones. Debajo de todo, si hay amor, todavía queda un sentido para esta vida.
El único sentido es el amor.
Bety en esa despedida de su madre, encuentra que
vale la pena vivir la vida con amor, a pesar de todos los riesgos.
Una de
las vetas que muestra la obra es la cuestión del uniforme, ese uniforme social
que no permite que nos mostremos tal cual somos.
El uniforme, uniforma. Es decir que nos da a todos
una misma forma. Y nosotros dentro de las formas iguales, nos sentimos cómodos.
Porque si vamos a hablar del caso por fuera del uniforme de una fuerza
policial, en este caso, todos tenemos un uniforme, en nuestro peinar, en
nuestro vestir, uniformes culturales que, como los tenemos todos, nos hacen
sentir normales, porque esa normalidad, nos uniforma y ahí nos tranquilizamos,
porque no nos obliga a pensar por nosotros mismos, cómo realmente queremos
peinamos, o cómo queremos vestimos, es algo que nos uniforma y listo, total
nadie nos va a mirar por fuera de eso. Es más fácil ir uniformados por la vida
que elegir sacarnos esos uniformes.
¿Creés
que a través del arte se puede generar conciencia?
No sé si
tanto, pero la verdad que yo hago un esfuerzo muy grande para que el espectador
se lleve aunque sea estas preguntas, que se interrogue al igual que yo. Que son
interrogantes vitales que nos permiten crecer ahora, en nuestras relaciones,
que nos permite ser uno con los otros, que nos permiten sacarnos esas mochilas
pesadas, el odio, el rencor, las facturas. Porque no podemos desplazarnos por
el mundo con ese peso y si podemos encontrar eso finito que tenemos abajo, que
es afecto, con eso sólo es más sencilla la vida, se puede respirar mejor, se
puede andar con más liviandad y la verdad, se puede ser feliz. O sea que creo
que sí, que el teatro lo puede.
La voz de la sirena
sale a escena los sábados a las 23hs y los domingos a las 20:15 hs en el Centro
Cultural de la Cooperación. Av Corrientes 1543.
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