EL ARTE DEL RELATO
Jada Sirkin dará un taller de escritura intensivo los terceros
sábados del mes en La Libre, Bolivar 646, a partir del 18 de Julio y trata sobre
las imágenes de nuestra infancia. La escritora nos cuenta de que se trata la
experiencia de trabajar con la materia prima real.
“La
infancia me envía postales (…) A mí no me interesa lo que me ocultan los
recuerdos, lo que puede haber atrás, sino la intensidad inolvidable de la
imagen que se refleja en la memoria como una cicatriz. Lo que se ve no es el
contenido del recuerdo, sino su forma.”Ricardo Piglia
Jada Sirkin
directora de cine, y estudio letras en la universidad de Buenos Aires y desde
chica que le gusta la escritura y editó varios libros , tiene como premisa dar talleres de escritura creativa y a partir del
18 de Julio todos los terceros sábados del mes a las 15hs en, La Libre, Bolivar
646 dará uno sobre el arte del relato y cómo trabajar sobre los recuerdos de la
infancia que es la materia prima real. La escritora cuenta de que se trata esa
experiencia.
La materia prima personal, “real”, ya está interpretada,
leída, filtrada, modelada: ya es, en ese sentido, “ficción”. O sea, la labor
con el material personal es labor con las propias ficciones (construcciones),
las propias mitologías.
Muchas veces (a quién no le pasó) recordamos más la
fotografía que el momento en sí. Muchas veces recordamos el recuerdo de lo que
pasó, lo que se elaboró y narró sobre el suceso, lo que se repitió a lo largo
del tiempo, las palabras que se le imprimieron a los hechos. ¿No te pasa que
contás algo y lo contás siempre igual?
Tenemos esta inclinación a fijar significados (o
sentidos) para las experiencias. Sacamos conclusiones y creemos que las
experiencias significan una sola cosa; y además nos olvidamos que sacamos esas
conclusiones y que etiquetamos las experiencias. Así, dejamos de verlas
cosas, y pasamos a reconocerlas, a ver sus etiquetas. Ya no vemos
el mundo, sino nuestras opiniones sobre el mundo. O, a lo sumo, vemos el mundo
a través del cristal de nuestras opiniones. Podemos pensar en el arte como el
agua caliente que despega la etiqueta del frasco de vidrio, que devuelve la
posibilidad de ver las
cosas, de crearlas y recrearlas.
Un gesto (una mano levantada, por ejemplo) puede ser
leído como “chau” o como “vamos”. Sobre los cimientos de esa elección,
construímos una vida. Construímos nuestras vidas sobre los cimientos de las
decisiones que tomamos acerca del significado de los gestos (vacíos) del mundo.
El arte nos permite reformular ese gesto, vaciarlo
(limpiarlo) de los contenidos que le inyectamos, y liberarlo para que diga todo
lo que quiera decir. El arte nos permite descontextualizar y recontextualizar
para descubrir nuevas lecturas sobre las cosas; combinar y recombinar para
multiplicar los sentidos.
Dejar a la obra hablar, que la obra pueda decir cosas que
uno ni podría imaginar, como una criatura que cobra vida. Dejar que la obra me
sorprenda, dejar al monstruo moverse y hablar. Más que usar a la obra para
decir algo, usar el material para crear una obra que diga algo.
El arte del relato (la relación) me obliga a no cerrar
los circuitos del sentido. Para relacionar (tejer), los hilos necesitan estar
sueltos.
Como escritor de relatos, vivo los días con las antenas
cazando retazos del mundo. La posibilidad de incluír cada acontecimiento (o sus
fragmentos) como elemento de un relato (tejido) me lleva a la saludable
práctica de desconfiar, sistemáticamente, de la realidad de los significados
implantados en dichos acontecimientos. Pues la fijación de los sentidos (o
significados) reduce las posibilidades de relacionar. En términos químicos, el
átomo pierde la libertad de sus electrones para unirse a otros elementos. Valencia,
dice el diccionario, identifica a la cifra que da cuenta de las posibilidades
de combinación que tiene un átomo respecto a otros para lograr constituír un
compuesto.
Por debajo de la red de emociones que sobrevienen como
resultado de la inyección de significados en un acontecimiento, existiría otro
tipo de emoción, la emoción pura, que es signo de la resonancia de todas
las cosas con todas las cosas. Es esa emoción que no acepta el nombre de
ninguna emoción, algo así como la emoción del existir.
Mi exploración, hoy, en relación al trabajo con el
material “personal”, o “real”, tiene que ver con esta liberación de los
elementos, la liberación de la materia prima. Más que reproducir las emociones
asociadas a las experiencias de la vida, busco de alguna manera desarmar los
vínculos obligados entre las experiencias y sus emociones para que, liberados
los elementos de la responsabilidad de narrar, puedan, en la superficie del
texto, crear nuevas emociones -emocioes que podríamos llamar movimientos
artísticos.
Es indescriptible la sorpresa –la emoción estética- que
produce el sacar un elemento de contexto y hacerlo colisionar con otros
elementos y entrar en otros contextos. El texto, como textura o red, se vuelve
un campo infinito de posibilidades. La ficción deviene un jardín en que todo
puede entrar en contacto con todo. En la ficción, la realidad vuela.
En principio la operación parece caótica. Y hay algo de
caótico en la primera sacudida que implica arrancar un recuerdo, por ejemplo,
de su contexto significante. Pero luego el trabajo de artesano consiste, como
el del doctor Frankenstein, en tejer, y a veces dejar que solos se tejan, los
retazos, y entre ellos los infinitos posibles sentidos.
A veces creemos que imaginar es crear cosas nuevas. Tal
vez imaginar se trate, más bien, de crear nuevas relaciones entre las cosas. El
sólo acto de dudar del significado de nuestras experiencias de vida –acto que
en sí parece pedir cierto coraje- debilita las conexiones significantes automatizadas,
y permite la resignificación creativa, la asociación ilícita, el juego poético
promiscuo, el descontrol semántico, la sorpresa cognitiva, el delirio
perceptivo, la fiesta del arte.
El taller de escritura intensivo todos los terceros
sábados de cada mes. 18 de julio y 15 de agosto a las 15 hs, en La libre
Bolívar 646 (San Telmo). Contacto: dandembira@gmail.com
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