
Cotidianamente las publicidades nos tratan de mostrar mensajes, que a veces son frases que generan anhelos que ayudan a motivarnos, en este caso para ir a comprar lo que nos ofrecen.
En cambio después
de un recital de Brancaleone, los mensajes de motivación que sirven para pensar,
reflexionar y accionar llenos de
sensaciones que anhelamos, se convierten en realidad gracias a una canción.
Aunque en
verdad no sean más que cosas sencillas como un abrazo, una palabra, un aliento,
una palmada en la espalda, un recuerdo, un color, un olor, un lugar donde están
todos los que queremos, aquellos con los que nos une algo como la música en lo
superficial y el mensaje en lo profundo, así de humilde y trabajoso es un
recital de Brancaleone. A esto hay que agregarle que tocaron en La Trastienda,
lugar con renombre para algunos, pero lo cierto es que La Trastienda llegó a
Brancaleone.
La Avenida
Belgrano era recorrida por autos a alta velocidad que querían llegar a Paseo
Colon, pero en la intersección con Balcarce la gente se iba acercando y casi a
mitad de cuadra había un cartel donde uno podía poner la cabeza para la foto,
con la frese “yo tome la Trastienda”, como en los lugares turísticos para el
recuerdo eterno, así comenzaba la “luna”
para los que asistieron a Balcarce al 460 a ver a Brancaleone.
Una vez
adentro se presentía la ansiedad, el saludo con los conocidos, el mirar cuántos
y quiénes estaban, hasta que se escucharon los redoblantes de la batería de José
Giorgi y en la pantalla se vio el video de “Todas las Princesas del Reino” del
disco Insoportable, para darle paso a los primeros temas de la banda con mucha
furia y energía que se contagiaba abajo del escenario, creando el clima ideal
donde el sentimiento es el mismo en todos los presentes: tirar para un mismo
lado, buscar ese cosquilleo interno que quizás sea la felicidad, pero con
recuerdos, memoria y compresión.
De a poco
el recital entró en clima, Marcelo Henin en guitarra empezó a soltar sus acordes
ayudado por Juan Argain, en varios temas Martin Dufou tocó el charango para
darle la mezcla justa de chacarera y rock, mientras que la armónica de Gonzalo
Guitiérrez le daba el toque de distinción, además de la percusión de Ezequiel
Szusterman, los efectos y
teclados a cargo de Edgardo Bonani y en el bajo Alejo Urbani con su sonido y
humor inconfundible.
El clima llegó a su punto exquisito cuando
apareció el primer invitado de la noche en el tema “Al Trotecito”, Nahuel
Amarilla, cantante de la Perra que los Pario, para demostrar que la amistad
está en toda su dimensión también en bandas que están en el mismo camino.
Abajo del
escenario estaban también disfrutando del show todos los integrantes De de la Gran
Piñata, El Bordo, Simón Basta y muchos músicos más que saben que también pertenecen a esa fiesta, el
segundo invitado fue el armoniquista del Bordo Leonardo “cuervo” Kohon.
La fiesta
era inentendible para aquellos que la veían de afuera e increíble para los que
estaban adentro, tanto que los músicos bajaron varias veces para disfrutar y
bailar con sus seguidores ese momento.
Se sorteó
el Branca Movil con casco y todo entre aquellos que adquirieron la entrada, el
ganador subió al escenario contento por demás, no faltaron “Torito” ni “Me
gustaría”, “No voy a parar”, “Matanza”
pero antes del final, el cantante, dejó en claro que nadie se iba del
lugar sin un abrazo de cada integrante de la banda “aunque nos vayamos con dolor de brazos”, afirmó Martín.
Así después
de “Tenerte”, los actores fueron los espectadores que se trenzaron en un abrazo
con cada uno de los músicos que con su alegría cerraban algo que se olía, se
palpaba y se sentía pero lamentablemente no se podía explicar. Si querés
entender de qué se trata o revivirlo hay que volver a apostar a Brancaleone y
seguramente te iras con todo el oro del mundo que uno puede tener, que es el
amor, la comprensión, la amistad, la cabeza para seguir y saber distinguir
entre qué es tener, comprar y realizar.
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